Hay silencios que de pronto dicen tanto... silencios que se expanden sin control y forman laberintos; laberintos en los que una entra e irremediablemente se pierde -e inexplicablemente no tiene ganas de encontrarse- laberintos en donde una puede hacer magia y adoptar mil y un formas fantásticas y librar batallas encarnizadas con dragones y salir victoriosa, laberintos en los que todo es posible, todo, incluso encontrarse; aun que solo sea para darse cuenta de que se sigue estando irremediablemente perdida...
Hablando de laberintos; hay otros en los que una entra a tientas, de puntitas y sin hacer ruido, con ese miedo que da lo desconocido... donde, en el afán de encontrar el camino de regreso a casa una hace como en aquél cuento y tira migajitas de pan para no perderse del todo, sin contar con que hay aves cómplices de aquello que algunos gustamos de llamar destino, o de las ninfas, o de la luna o los duendes; y de pronto una voltea y aquel camino de migajas de pan no existe, ha desaparecido; y una mira a su alrededor, se sienta al borde del camino y se vuelve a encontrar irremediablemente perdida...
Hay unos más que son laberintos de sueños, pero laberintos al fin y al cabo... lugares oscuros como la noche que lleva los ecos del silencio hasta tus oidos, de donde nacen mis suspiros y tus ganas, lugares como mi burbuja y la tuya, en donde caben dos corazones que se alimentan y se matan y se devuelven la vida una y otra vez... lugares donde puedes darte cuenta de que definitivamente silencios y silencios no es lo mismo -y sé que sabes bien a qué me refiero- lugares donde la luna se vuelve cómplice callada y las noches son testigos de los cuentos que se escriben en la piel... lugares en donde una suele saberse perdida... sí, perdida e irremediablemente enamorada...