martes, marzo 30, 2010

Hay, ahí, hay

Alguna vez lo intenté con el punto después de las exclamaciones y las preguntas. Eso, insisto, no se hace. Esta vez trataré de hacerlo con hay y ahí. Porque hay una diferencia y ahí pueden verla, en una sola oración. Hay, viene de haber. Si hay futbol, el futbol es habido. Si hoy toca, hay felicidad. Si mañana trabajas, hay lana. ¿Dónde esta la otra palabra? Perdón pero, estas quesadillas no sólo son de queso. Si hay futbol, es ahí, en el estadio. ¿Pueden notar como ahí nos indica un lugar? Si hay felicidad, debe estar ahí, en esa cama. Si mañana trabajas, hay lana (bien habida lana), y te la pagarán ahí, en tu chamba. Se me olvidó agregar esa otra expresión de dolor (o sorpresa) y que causa mucho dolor cuando la leo y no saben que están reemplazando las dos anteriores: Ay. ¿Pueden entrar en los ejemplos? Claro que sí, acércate, te lo pienso enseñar sólo porque no puedo dormir y todavía no se me acaban los cigarros. Si hay futbol, el futbol es habido, ahí en el estadio, ¡Ay, el pinche delantero no metió el puto gol! Si hoy toca, hay felicidad, ahí en el hotel… pero ¡ay! ¡Serás pendejo si olvidas el condón! Si mañana trabajas, hay lana, ahí en la chamba, ¡ay! ¿y si no pagan lo suficiente? Aguanta vara y no le entres al narco, porque… ay… como te podría doler si te cachan… hay mucho dolor y muerte… ahí, en ese camino oscuro. ¿Se fijaron? Tampoco se incluyen los puntos, después de las preguntas y las exclamaciones. Con todo y moraleja, quién diría, alguien me pondrá una estrellita o me regalará una galleta.

miércoles, marzo 10, 2010

Puto o Gay

1. “Puto el que lo lea”. Me acuerdo perfecto: yo tenía como ocho años, venía de la escuela y pasé junto a la pared grafiteada a un lado de mi casa. Ustedes no lo van a creer, pero yo nunca, nunca, había escuchado la palabra “puto”. ¿Puto el que lo lea? Llegué a mi casa y le pregunté a mi mamá, quien finísimamente eludió la pregunta.

Como ocurre en estos casos, los que me sacaron de dudas fueron mis amigos. “Puto” era un insulto, aunque yo no entendía bien qué significaba; pero al parecer, había que cuidarse bastante de ser puto y de los putos en sí. También había que cuidarse de ser puta, ¿verdad? O por lo menos de parecerlo. Pero aparentemente, para los hombres en particular, “puto” resultaba gran ofensa.

2. Cuando los años pusieron ante mis oídos la gama completa de connotaciones de la palabra “puto”, la verdad es que me gustó. Me encanta como suena: es contundente, tiene dos consonantes fuertes, es cortita. Basta con que le digas “puto” a cualquier hombre para que le metas una insultada de aquellas, aún sin querer. Uno puede decirle puta a la mamacita del fulano en cuestión, incluso a la chava que va con él; ahhhh, pero no le digas puto a él, porque entonces se arma una de aquellas. Y en México, si quieres arruinar la carrera de un político, lo único que tienes que hacer es propagar el rumor de que es puto.

3. Lo curioso es que en la medida en que he ido incorporando el uso de “puto” a mi lenguaje cotidiano, he eliminado de ella cualquier connotación a la homosexualidad. En lo personal, para mí alguien puto es quien no tiene el valor de dar la cara cuando se equivoca; alguien que es hipócrita y no acepta sus responsabilidades; alguien que no tiene escrúpulos, que actúa cobardemente. Nada de esto, creo yo, tiene que ver con la preferencia sexual. Por ejemplo, el que se me cierra y me echa el auto encima cuando voy manejando, pero luego no se atreve a voltear a verme cuando paso por un lado: puto. O el tipo en mi oficina que cuando se pierde un objeto y le preguntan cuándo lo vio por última vez, dice no saber, por miedo a que lo culpen: puto. O el marido de mi amiga, que le dice que no sabe si quiere seguir con ella y lleva un año haciéndose pendejo jugando a que están separados y no. Grandísimo puto.

A veces también los que la llevan son algunos objetos, y ahí el género cambia indistintamente de masculino a femenino. Típicos casos para mí: me aprietan los putos zapatos; no encuentro las putas llaves; dejen de hacer ese puto ruido; paren el puto elevador; el puto Internet no sirve; hay que pagar la puta renta.

4. “Tengo algo que confesarte”. Vale madre, pensé. ¿Ora qué hizo este? Para mi sorpresa, me la soltó derechita: “Es que a mí me gustan los hombres”. ¡¿qué?! No chingues. Éramos amigos desde los diez años. ¿Cómo es que nunca me di cuenta? ¿Cómo carajos es que no me habías dicho? “Es que primero me tardé en aceptarlo. Después me dio pena que fueras a decir ‘este pinche puto’”.

Me dolió escucharlo. Lo quería –lo quiero, seguimos siendo amigos- muchísimo más allá de esa serie de clichés. Pero sobre todo, me dolió escuchar la palabra “puto”. Porque él es chido, noble, solidario; es tan alivianado a pesar de que luego me agarra de un pinche humor de la chingada; es sensible, talentoso, todo el tiempo metido en proyectos por amor al arte; un güey derecho y neto, pues. ¿Cómo se le pudo siquiera ocurrir que yo un día lo llamaría “puto”?

No, señores. Allá afuera sí que hay un montón de putos; mi amigo nomás es gay.

Momentos mágicos

Ayer, una mujer me preguntó que si creía en la magia. Específicamente en los “momentos mágicos”. A lo largo de los años, ya no me gusta decir “no creo”. Me gusta pensar en las posibilidades, incluso en algo que puede ser absurdo como el “momento mágico”.
Le respondí: “Sí creo en los momentos mágicos”, mientras pensaba… más bien, en los pequeños accidentes, el azar que luego nos atrae la mirada al reloj, a los ojos de otra persona, al momento de un accidente automovilístico, a salvarnos de la muerte, a que el café se acabó y no saliste a comprarlo por “no se qué” y al día siguiente, el vecino te cuenta que asaltaron el Oxxo. Hay otras cosas que no pueden ser azar, meramente. Por ejemplo, la posibilidad de tener una relación turbia. Lo que puede pasar si el número 30 esta presente en mi número de asiento, en el boleto de la loteria, en la camiseta de un chavo. Que el hombre del que me enamoré cumpla años el mismo día que yo. Momentos mágicos. Sublimación. Tonterías que nos sostienen con vida y con la imaginación alerta, como para explotar en cualquier momento.

miércoles, marzo 03, 2010

¡Va por Chile!


¡Ningún terremoto vence a un pueblo!


10,000 pasos

Dicen por ahí, que un ser humano debería caminar –mínimo– 10,000 pasos a lo largo de su día para mantenerse activo y saludable. Es la meta “diaria”. Sin embargo, con esta vida nueva que tenemos, donde somos seres pegados al computador, el promedio ha bajado a unos 2,000 – 4,000 pasos diarios. Mi juego de caminata puso el reto: “Haz los 10,000 pasos”. ¿Por qué no? Hablando de números: camino alrededor de 99 pasos por minuto. En 40 minutos, camino una aproximado de 4,000 pasos. Ya tenía una rutina agradable, un camino que siempre podía andar. ¿Cómo podía extenderlo sin duplicarlo y alargarlo un poco más? Salí, con el mp3 en las orejas, pensando en estas cosas. 10,000 pasos… ¿cómo? Romper el camino anterior. Vivir una pequeña aventura, recorrer caminos escondidos, descubrir mejor la ubicación donde vivo. En vez de dar la vuelta y decidir por la duplicidad, simplemente seguí de frente y descubrí nuevas cosas. Es cierto, se puede caminar en línea recta… pero a veces, hacer el camino de una mosca, ofrece sus recompensas.

Logré 9,200 pasos. Los otros 800 los hice comprándome un café, en un oxxo.