martes, marzo 30, 2010
Hay, ahí, hay
miércoles, marzo 10, 2010
Puto o Gay
2. Cuando los años pusieron ante mis oídos la gama completa de connotaciones de la palabra “puto”, la verdad es que me gustó. Me encanta como suena: es contundente, tiene dos consonantes fuertes, es cortita. Basta con que le digas “puto” a cualquier hombre para que le metas una insultada de aquellas, aún sin querer. Uno puede decirle puta a la mamacita del fulano en cuestión, incluso a la chava que va con él; ahhhh, pero no le digas puto a él, porque entonces se arma una de aquellas. Y en México, si quieres arruinar la carrera de un político, lo único que tienes que hacer es propagar el rumor de que es puto.
3. Lo curioso es que en la medida en que he ido incorporando el uso de “puto” a mi lenguaje cotidiano, he eliminado de ella cualquier connotación a la homosexualidad. En lo personal, para mí alguien puto es quien no tiene el valor de dar la cara cuando se equivoca; alguien que es hipócrita y no acepta sus responsabilidades; alguien que no tiene escrúpulos, que actúa cobardemente. Nada de esto, creo yo, tiene que ver con la preferencia sexual. Por ejemplo, el que se me cierra y me echa el auto encima cuando voy manejando, pero luego no se atreve a voltear a verme cuando paso por un lado: puto. O el tipo en mi oficina que cuando se pierde un objeto y le preguntan cuándo lo vio por última vez, dice no saber, por miedo a que lo culpen: puto. O el marido de mi amiga, que le dice que no sabe si quiere seguir con ella y lleva un año haciéndose pendejo jugando a que están separados y no. Grandísimo puto.
A veces también los que la llevan son algunos objetos, y ahí el género cambia indistintamente de masculino a femenino. Típicos casos para mí: me aprietan los putos zapatos; no encuentro las putas llaves; dejen de hacer ese puto ruido; paren el puto elevador; el puto Internet no sirve; hay que pagar la puta renta.
4. “Tengo algo que confesarte”. Vale madre, pensé. ¿Ora qué hizo este? Para mi sorpresa, me la soltó derechita: “Es que a mí me gustan los hombres”. ¡¿qué?! No chingues. Éramos amigos desde los diez años. ¿Cómo es que nunca me di cuenta? ¿Cómo carajos es que no me habías dicho? “Es que primero me tardé en aceptarlo. Después me dio pena que fueras a decir ‘este pinche puto’”.
Me dolió escucharlo. Lo quería –lo quiero, seguimos siendo amigos- muchísimo más allá de esa serie de clichés. Pero sobre todo, me dolió escuchar la palabra “puto”. Porque él es chido, noble, solidario; es tan alivianado a pesar de que luego me agarra de un pinche humor de la chingada; es sensible, talentoso, todo el tiempo metido en proyectos por amor al arte; un güey derecho y neto, pues. ¿Cómo se le pudo siquiera ocurrir que yo un día lo llamaría “puto”?
No, señores. Allá afuera sí que hay un montón de putos; mi amigo nomás es gay.
Momentos mágicos
miércoles, marzo 03, 2010
10,000 pasos
Dicen por ahí, que un ser humano debería caminar –mínimo– 10,000 pasos a lo largo de su día para mantenerse activo y saludable. Es la meta “diaria”. Sin embargo, con esta vida nueva que tenemos, donde somos seres pegados al computador, el promedio ha bajado a unos 2,000 – 4,000 pasos diarios. Mi juego de caminata puso el reto: “Haz los 10,000 pasos”. ¿Por qué no? Hablando de números: camino alrededor de 99 pasos por minuto. En 40 minutos, camino una aproximado de 4,000 pasos. Ya tenía una rutina agradable, un camino que siempre podía andar. ¿Cómo podía extenderlo sin duplicarlo y alargarlo un poco más? Salí, con el mp3 en las orejas, pensando en estas cosas. 10,000 pasos… ¿cómo? Romper el camino anterior. Vivir una pequeña aventura, recorrer caminos escondidos, descubrir mejor la ubicación donde vivo. En vez de dar la vuelta y decidir por la duplicidad, simplemente seguí de frente y descubrí nuevas cosas. Es cierto, se puede caminar en línea recta… pero a veces, hacer el camino de una mosca, ofrece sus recompensas.
Logré 9,200 pasos. Los otros 800 los hice comprándome un café, en un oxxo.