Pasan de las cinco y el cielo se ha ido nublando, tal vez llueva en un rato y mis zapatitos nuevos se inaugurarán de una vez.
Mónica me invitó a beber café aquí y probablemente demore unos minutos más.
Al final, creo que fue buena idea cargar con el paraguas... la última vez que me cayó una tormenta encima tuve que correr tres cuadras como loca recién liberada y aún así llegué cual fideo a la casa.
Será que ante esta impuntualidad no me queda más que esperar y pensar en voz alta con las letras dispuestas a desfilar desde mis conexiones sensoriales hasta llegar y estacionarse en esta hoja medio arrugada que me encontré por ahí en mi morral.
De hecho creo que todo este rollo litero-poético-cotidiano-versátil viene porque las perras negras se pusieron de buenas por el clima y decidieron salir de su autoexilio.
Bien, poblemos y ensuciemos este espejo con garabatos de ideas y una que otra fumarola mental.
A mi me enferma esperar -en tono de diva te lo confieso- y sin embargo mi vida transcurre de una espera a otra. Será que paso más tiempo deseando que haciendo, imaginando que creando, inventando que aplicando, soñando que viviendo... no lo sé, pero es ya cosa de mi natura, de mi intrínseca personalidad rejurgitante de una vaca de cinco estómagos que habita en mi alma y me escupe a la menor provocación.
Esperar... cuando uno espera siempre sabe qué, a quién y por qué está esperando, pero lo carcome el no saber por cuánto tiempo habrá que esperar.
Yo espero a Mónica, un café caliente y que la lluvia caiga sobre esta mesa...
Pero también lo espero a él y mi cama sigue vacía. Espero sus caricias y su voz nombrándome. Mi cuerpo espera como un ente que vive sin mí pero conmigo, a pesar de lo que soy y quiero. Mi cuerpo lo espera, abierto, deseoso, intenso, palpitante. Mis palabras -todas- lo esperan para acariciarlo con ellas y estremecerlo al punto tal de sentir su piel erizada. Mi lengua lo espera como una Julieta en el balcón, pero más que todas estas esperas infantiles que aderezan el paso de mis días, mi presente imaginario lo espera ansiosamente para ser lo que ayer pensé que esperaba justo antes de dormir.
Mónica me invitó a beber café aquí y probablemente demore unos minutos más.
Al final, creo que fue buena idea cargar con el paraguas... la última vez que me cayó una tormenta encima tuve que correr tres cuadras como loca recién liberada y aún así llegué cual fideo a la casa.
Será que ante esta impuntualidad no me queda más que esperar y pensar en voz alta con las letras dispuestas a desfilar desde mis conexiones sensoriales hasta llegar y estacionarse en esta hoja medio arrugada que me encontré por ahí en mi morral.
De hecho creo que todo este rollo litero-poético-cotidiano-versátil viene porque las perras negras se pusieron de buenas por el clima y decidieron salir de su autoexilio.
Bien, poblemos y ensuciemos este espejo con garabatos de ideas y una que otra fumarola mental.
A mi me enferma esperar -en tono de diva te lo confieso- y sin embargo mi vida transcurre de una espera a otra. Será que paso más tiempo deseando que haciendo, imaginando que creando, inventando que aplicando, soñando que viviendo... no lo sé, pero es ya cosa de mi natura, de mi intrínseca personalidad rejurgitante de una vaca de cinco estómagos que habita en mi alma y me escupe a la menor provocación.
Esperar... cuando uno espera siempre sabe qué, a quién y por qué está esperando, pero lo carcome el no saber por cuánto tiempo habrá que esperar.
Yo espero a Mónica, un café caliente y que la lluvia caiga sobre esta mesa...
Pero también lo espero a él y mi cama sigue vacía. Espero sus caricias y su voz nombrándome. Mi cuerpo espera como un ente que vive sin mí pero conmigo, a pesar de lo que soy y quiero. Mi cuerpo lo espera, abierto, deseoso, intenso, palpitante. Mis palabras -todas- lo esperan para acariciarlo con ellas y estremecerlo al punto tal de sentir su piel erizada. Mi lengua lo espera como una Julieta en el balcón, pero más que todas estas esperas infantiles que aderezan el paso de mis días, mi presente imaginario lo espera ansiosamente para ser lo que ayer pensé que esperaba justo antes de dormir.
2 comentarios:
Hay algunas cosas que solo sabemos sentir las mujeres y solo algunas como tu, lo saben expresar con palabras. Sigue escribiendo galla..... ls cosas que dices siempre me hacen sentir bien.
Oye Aprendiz de Bruja. Lo mejor está por llegar.... la espera, las experiencias malas, las pegas feas y las camas vacías son sólo parte del aprendizaje.....
Una opinión muy personal.... ¡tú siempre vas a brillar!
Publicar un comentario