miércoles, noviembre 26, 2008

Porque se mueren los mortales

Lo que más me gustaba de él eran los maravillosos detalles que tenía con ese toque de humor ácido maravillosamente espantoso: cuando supo que le tenía miedo a los bichos, me compró un helado de yoghurt con gomitas de gusanos, arañas y cucarachas.

Otro día, una hora después de que por teléfono le había dicho que tenía ganas de conocer Jamaica, llegó un paquete a mi puerta que tenía unas sandalias, un collar de conchitas y un viejo boleto de avión que decía en la parte de atrás: "No es para Jamaica y ya está vencido... pero puedo apostar que te emocionaste cuando lo viste, tonta.

"Ese hombre me enamoró justo en el momento en que yo pensé que era imposible hacerlo.
Y un buen día, sin aviso ni llamada... desapareció.


No le dije a nadie durante dos semanas pero cuando finalmente se enteraron (después de varias sesiones de preguntas, por supuesto), recibí la letanía: ¿Y no estás triste? ¡Güey! ¡No manches! ¡Qué poco hombre! ¿Por qué te ilusiona y se va? ¡No chingues! ¡No se vale! ¡Qué injusto! ¿A dónde se fue? ¿Neto no te avisó? ¡Qué poca madre!

Yo me reí mientras me veían pensando que finalmente las chivas se me habían ido al monte, que el agua ya no me subía al tinaco, que me habían perdido. Que me había vuelto loca pues.

¿Por qué siempre pensamos que todo será eterno? ¿Por qué vivimos tan preocupados pensando en construir mañana que nos perdemos de hoy? ¿Por qué no agradecer que me regresaron las ganas de soñar, de vivir, de amar?

¿En qué momento decidimos que no queríamos ser mortales?

viernes, noviembre 21, 2008

Metener mano cuesta

Hoy la leí y me dió risa, desde el título:"Cárcel o 12 mil pesos por toqueteo en el metro". jiji Se argumenta que desde un roce hasta el toqueteo a cualquier persona será multado en el metro. Más, pa los que nos internamos en esos menesteres y sabemos la vida viva de ese ambiente bien podemos pensar que es una ley que nació para perder... ¿porqué?, me surgen varias dudas:
1.- ¿Cuando llevas prisa cómo te vas a detener a demandar?
2.- ¿Cómo vas a detener al tipo que te hizo eso si vacas suben gueyes bajan?
3.- ¿Qué testigos se prestarán a cooperar contigo pa echarle la culpa al guey o a quien se pase de listo o lista?
4.- Comentan que hay gente que está ahi (¿en qué estación?, ¿Policías?, ¿Civiles?, ¿Encapuchados?, para darle seguimiento y ejercer la multa... mi no entender como.
5.- ¿Realmente será mi palabra vs la palabra de quien se me acercó y me hizo un rozón sabrozón la que surta efecto? naaaaaaaa
6.- ¿Y si argumentan que lo empujaron?, ¿Que no fue él?, ¿Que ni que estuviera tan sabrosa? (clásico!).
7.- Si lo agarras (cómo!!!) de qué manera se ejerce ése derecho de multar?
8.- Y el "abusador" ¿que le hacen en calidad de mientras?
9.- Y si... y si... y si... ya me mal viajé, pero si, me morí de risa al leer ésta nota.
¡que hagan un sistema más confiable! más bien no revolver conejos con conejas y asi lejos la tentacion, no??, pero no, pa mi no es emocionante asi. La chispa del metro no puede perderse y menos entre tanta gente que viviendo en la indiferencia, sólo atine a mirar y decir que le vale madres...

¿No?

lunes, noviembre 17, 2008

Un día como cualquier otro

No, no es que le tenga miedo al amor, le dije a Juan con la boca llena de algodón de azúcar cuando nos sentamos en la banca verde a ver los caballos flacos en aquella feria de los juegos oxidados.

¿Qué es entonces? -me preguntó arrancándome el dulce de la mano y sosteniéndome la barbilla para que no pudiera evitar mirarle a los ojos.

Y con las piernas temblorosas pero los pies bien pegados a la tierra para disimularlo, contesté tan valiente como acapulqueño en la quebrada: "Es que no tengo tiempo para esas chingaderas, Juan. No cambiaría platicar cursilerías con un hombre durante todas las noches por treinta minutos contigo en esta feria que, por cierto, está pinchísima."

Juan se río como todos los que han recibido una frase escapatoria mía a preguntas que en tiempos de sol me parecen absurdas y en tiempos de luna, sin que nadie lo sepa, me parten el corazón.

Y nos subimos a dar vueltas en el carruaje ridículo de princesas que, para mi fortuna, tenía dos asientos que me permitía como siempre, distanciarme de aquel, el único que podría sacarme la verdad...