Hoy en la tarde cuando regresaba del trabajo, se subió al camión un muchacho a vender chocolates y ramitos de gardenias.
Estaba tentada a comprarle un chocolate pero decidí dejarlo para otra ocasión. El muchacho se acercó al chofer pues parece que ya se conocían y comenzaron a hablar sobre el cuidado de las flores. Se notaba que el chofer tenía intención de comprar un ramito para regalarlo pero no se decidía. Finalmente pidió un ramito y mientras lo pagaba le preguntó al muchacho con cierto tono de ironía, refiriéndose a las flores y a quien pensaba regalarlas.
-¿Se lo merecerá?
El muchacho respondió con una plena seguridad:
-Todas se las merecen, no importa lo que hayan hecho o dejado de hacer.
Se bajó el vendedor de flores y chocolates del camión, con un ramito menos en la mano, con una moneda más en su bolsillo y mi corazón predando de él por su galante respuesta.