jueves, marzo 08, 2007

Un día más

Mujeres en la literatura,
por la literatura,
desde la literatura,
para la literatura.

Mujeres que en los libros son personajes heróicos, despiadados, casi divinos. Mujeres que desde
su trinchera: máquina de escribir o diván, escudriñaron en su alma para desnudar la verdad frente a nuestros ojos. Mujeres que aprovecharon su posición social o política para abrir puertas y ventanas a sus congéneres que estaban al márgen de la justicia social. Mujeres que para la literatura no son sólo ejemplo de constancia y disciplina, sino de verdad y autenticidad.

Mujeres que empuñaron la pluma y plasmaron en cinco quince veinte páginas la vida misma, la suya, la de todas nosotras. Mujeres que nos reivindican con el mundo, levantan nuestra frente a la voz de “Matamos lo que amamos. Lo demás no ha estado vivo nunca…”

Mujeres rebeldes, revolucionarias, rebeladas, libertarias. Mujeres autoproclamadas, sexuales, racionales, idealistas. Mujeres que salpicaron los libros de sinuosidad y gemidos, de verdades asesinas, cómplices, esperanzadoras. Mujeres que no fueron amadas por los padres de la literatura, hembras que prefirió ignorar Octavio Paz y Saramago, Borges y García Márquez, Kafka y Sartre. Mujeres suicidas, de capa caída, de media soledad pringada en su sonrisa. Mujeres que atraviesan las olas, que se siembran en el bosque y resurgen en una cama semivacía.

Mujeres de bronce, de jade y ámbar, místicas, lobas, hechiceras, prostitutas. Mujeres que amaron hombres, mujeres, hermanos, hermanas. Mujeres del sexo y la razón. Mujeres de hambre de sueños, de sexo insatisfecho, amorosas incomprendidas.

A todas ellas, hermanas mías, una disculpa por otro día más en que aparentemente siguen sin ser reconocidas.

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