Mujeres en la literatura,
por la literatura,
desde la literatura,
para la literatura.
Mujeres que en los libros son personajes heróicos, despiadados, casi divinos. Mujeres que desde
su trinchera: máquina de escribir o diván, escudriñaron en su alma para desnudar la verdad frente a nuestros ojos. Mujeres que aprovecharon su posición social o política para abrir puertas y ventanas a sus congéneres que estaban al márgen de la justicia social. Mujeres que para la literatura no son sólo ejemplo de constancia y disciplina, sino de verdad y autenticidad.
Mujeres que empuñaron la pluma y plasmaron en cinco quince veinte páginas la vida misma, la suya, la de todas nosotras. Mujeres que nos reivindican con el mundo, levantan nuestra frente a la voz de “Matamos lo que amamos. Lo demás no ha estado vivo nunca…”
Mujeres rebeldes, revolucionarias, rebeladas, libertarias. Mujeres autoproclamadas, sexuales, racionales, idealistas. Mujeres que salpicaron los libros de sinuosidad y gemidos, de verdades asesinas, cómplices, esperanzadoras. Mujeres que no fueron amadas por los padres de la literatura, hembras que prefirió ignorar Octavio Paz y Saramago, Borges y García Márquez, Kafka y Sartre. Mujeres suicidas, de capa caída, de media soledad pringada en su sonrisa. Mujeres que atraviesan las olas, que se siembran en el bosque y resurgen en una cama semivacía.
Mujeres de bronce, de jade y ámbar, místicas, lobas, hechiceras, prostitutas. Mujeres que amaron hombres, mujeres, hermanos, hermanas. Mujeres del sexo y la razón. Mujeres de hambre de sueños, de sexo insatisfecho, amorosas incomprendidas.
A todas ellas, hermanas mías, una disculpa por otro día más en que aparentemente siguen sin ser reconocidas.
jueves, marzo 08, 2007
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