Cuando me disponía a encender el carro, ví que había bichos muertos embarrados al vidrio. ¿Cómo habrán venido a dar hasta mi parabrisas? (Obvio: la velocidad, el viento y esas cosas, pero hablo en una onda metafórica fumada.)
Y pensé: No joda, éstos por despistados dejaron sus gotitas (para ellos gototas, supongo) de sangre en mi cristal.
Y la vida se te va volando... hasta que te mueres.
Así que empiezo este día, sin ton, son, ni inspiración cursi pero con ganas de contar de mí justamente quien no soy. Porque aquél que pase el tiempo desvariando y dando por cierto todo lo que lee, es justamente el que no está alerta de lo que verdaderamente pasa y acaba, por supuesto, como bicho en mi ventana.
lunes, febrero 11, 2008
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