Hoy tuve uno de esos días difíciles en los que más me valía contar hasta el mil para no perder el glamour; de esos días en que a uno le dan ganas de gritarle a alguien que es un pendejo y de darle un golpe a otro por seguirle la corriente. Aunque lo difícil, debo confesar, no fue eso sino tener que autocontrolarme para no hacerlo.
Odio no poder explotar mis emociones pero sé que lo tengo que hacer por el bien común. Otra vez quisiera ser adolescente para tener esa magia de mandar todo al carajo y no medir las consecuencias de hacerlo, pero no. La verdad es que tengo una chamba en la que me va bien y en la que tengo que aprender a medirme.
A pesar de mis corajes matutinos, vespertinos y nocturnos, siempre intento verle el lado bueno a las cosas. Y hoy, en especial, recordé a un amigo que siempre le veía la buena vibra a las cosas y yo, refunfuñando, le decía: "Me cagas por optimista."
Tengo veintidiez años y he llegado al punto que visualicé hace un par de años atrás. Mis amigos dicen que soy la vieja más chambeadora que conocen. Yo creo que no es que sea chambeadora sino que ahora tengo claro hacia dónde voy y qué es lo que quiero. Habiendo llegado a donde estoy, ahora estoy hambrienta de más.
lunes, febrero 11, 2008
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